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Toda una vida.

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domingo, 21 de noviembre de 2010

Silence.


El otro día me hicieron una pregunta, una pregunta simple, sin segundas intenciones, una pregunta lógica a la vez que curiosa:

-¿Qué echas de menos?

Y la respuesta, la respuesta fue fácil; el SILENCIO.

¿Por qué? algo más fácil todavía; con él los silencios eran magia, y cuando eso pasa dejas de odiar la ausencia de palabras, porque en esos momentos esa ausencia son las palabras que no necesitas oír porque las estás sintiendo, es así de sencillo a la vez que complicado.

Es por eso que todo esto no puede evitar recordarme a cierto fragmento de un gran libro:
"Él decía que cuando sintiera ese silecio con alguien significaría que estaba con el hombre de mi vida. Estaba comenzando a pensar que eso se lo había inventado, pero resulta que no. ¡Ese silencio mágico existe! Al principio teníamos tanto que contarnos que hablábamos a más de cien palabras por segundo, y cuando apenas habíamos escuchado el final de la frase del otro, ya habíamos pasado a la siguiente. Y nos reíamos. Nos reíamos mucho, luego la risa cesó y se hizo ese silencio. Ese silecio extraño y cómodo a la vez."

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